La Reforma Política de 2003 da algunos pasos en dirección a la democratización interna de los partidos, en tanto establece que en los procesos de selección de los candidatos y de definición de los programas y propuestas electorales participen los diferentes estamentos de los partidos, y no solamente sus dirigentes.
En primer lugar, se establece que los partidos y movimientos políticos deben organizarse democráticamente. Este apartado de la Reforma marca un contraste, ya que el texto original de la Constitución de 1991 estipulaba que la ley no podría imponer exigencias en relación con la organización interna de las agrupaciones partidistas.
Este mecanismo de democracia interna permite a los partidos:
1. Establecer los nuevos estatutos del partido con la aprobación de la mayoría de los delegados.
2. Definir los procedimientos para la conformación de listas al Congreso.
3. Decidir cómo y cuándo se designará el candidato presidencial, bien sea a través de elecciones internas o de una consulta popular.