Reforma Política de 2003

El Acto Legislativo 01 de 2003, mejor conocido como la Reforma Política de 2003, efectuó  importantes transformaciones en el régimen electoral y el sistema de partidos colombiano. Los cambios introducidos por la Reforma Política de 2003 estaban orientados a reducir el personalismo y la fragmentación del sistema de partidos colombiano. Figuras como el umbral, la cifra repartidora, las listas únicas y el voto preferente, apuntaron a reducir la cantidad de fuerzas políticas en contienda y a fortalecer los partidos y movimientos con mayor arraigo en la sociedad. A continuación, se expondrán los principales cambios en las reglas de juego que transformaron el diseño institucional en el que se desarrollaron las elecciones de 2006.

Nuevas reglas de juego para los partidos políticosy las elecciones

La política colombiana, antes de la Reforma Política de 2003, se caracterizaba por la existencia de una multitud de pequeños partidos, movimientos y organizaciones políticas, que se creaban según las conveniencias electorales y de corto plazo de grupos o personas específicas. Esto se tradujo en un debilitamiento gradual de los partidos tradicionales, pero sobre todo en un detrimento de la democracia, que requiere de partidos políticos fuertes para representar adecuadamente a diferentes sectores de la sociedad. Para entender este fenómeno se pueden mencionar, entre otras, las siguientes razones:

El inconformismo de amplios sectores de la ciudadanía con los partidos tradicionales favoreció a los candidatos llamados independientes. Éstos, usualmente, se valieron de un discurso no partidista, reacio a las maquinarias políticas, para ganar el apoyo de los votantes.

La Constitución de 1991 abrió el camino para que nuevas fuerzas entraran en escena. Sin embargo, no se fijaron mayores requisitos para la conformación de partidos y movimientos políticos, lo cual desembocó en un exceso de grupos políticos con pretensiones electorales y reconocimiento jurídico. En consecuencia, los actores políticos empezaron a desarrollar liderazgos personalistas, sin tener que responderle a partidos organizados. El diseño institucional permitía que un solo partido político presentara varias listas para una misma elección. Además, no se exigía una votación mínima para acceder a curules en los cuerpos colegiados.

Todo esto estimuló el surgimiento de múltiples y pequeñas fuerzas, que con muy pocos votos, tenían la posibilidad de acceder a las corporaciones públicas. Si bien esta proliferación de partidos y movimientos políticos podía interpretarse como una apertura y democratización del sistema político, en la práctica trajo consecuencias negativas. Algunos de los problemas resultantes de esta situación fueron los siguientes:

Los partidos políticos se debilitaron. A pesar de que resultaba más fácil constituir una nueva agrupación política, no existían mecanismos ni incentivos que llevaran a los candidatos a acogerse a los lineamientos del partido. Ya que eran muchas las fuerzas políticas que tenían curul en el Congreso, las negociaciones entre el gobierno y los parlamentarios resultaban más complejas y sobre todo más proclives a los acuerdos personales en los que con frecuencia primaban negociaciones burocráticas o presupuestales. El Ejecutivo no dialogaba con dos o tres interlocutores, sino con muchos actores, lo que hacía que el procedimiento legislativo fuera ineficiente y costoso.

La rendición de cuentas era más difícil. Gracias a un sistema que promovía liderazgos de tipo personalista, los partidos políticos perdieron protagonismo en la actividad legislativa. Esto afectó su capacidad para promover un comportamiento parlamentario coherente con las líneas programáticas e ideológicas. Para resolver algunos de estos problemas, la Reforma Política de 2003 estableció distintas medidas orientadas a incentivar la cohesión entre fuerzas políticas y a delimitar la cantidad de partidos en escena.