"Aunque se ha mantenido en absoluta reserva el contenido del proyecto de ley y hoy solo es posible especular acerca de este": senador Luis Carlos Avellaneda.

Se ha generado gran expectativa por lo que será la nueva reforma tributaria que va a presentar el Gobierno al inicio del semestre legislativo. Aunque se ha mantenido en absoluta reserva el contenido del proyecto de ley y hoy solo es posible especular acerca de este, vale la pena plantear algunas reflexiones sobre lo que podría ser la nueva propuesta, a partir de las pocas declaraciones que se han conocido y a la luz de la experiencia de la ultima reforma aprobada en 2006, que entonces se presentó básicamente bajo las mismas consideraciones que la actual. En efecto EN 2006 la propuesta inicial de reforma tributaria estaba sustentada sobre la base de cuatro principios:

SIMPLICIDAD: se trataba de simplificar el estatuto tributario en menos de 300 artículos, para hacer la normatividad tributaria más clara y sencilla y de ésta manera disminuir la evasión.

EQUIDAD: principalmente eliminar exenciones y tratamientos especiales.

COMPETITIVIDAD: básicamente se trataba de incentivar la inversión.

ESTABILIDAD: mantener el recaudo de manera que no se generen costos fiscales.

En ese entonces planteamos que se trataba de una reforma tributaria regresiva, que beneficiaba a las clases altas con la disminución de la tarifa al impuesto de renta, las deducciones de activos fijos y la disminución de la tarifa del IVA a bienes suntuarios, y a la vez aumentaba la carga tributaria a las clases medias y pobres al aumentar la base y las tarifas del IVA.

Curiosamente, además de los principios la próxima reforma comparte con la de 2006 dos argumentos más: que la propuesta está dirigida a incentivar la inversión, es decir, reducir la carga tributaria a las empresas y que no tiene como objetivo aumentar el recaudo, pero tampoco disminuirlo, lo que significa que al final son las familias las que terminarán cubriendo los impuestos que dejen de pagar las empresas.

No es posible hoy discutir el contenido de la nueva propuesta porque aún no se conoce, pero las expectativas apuntan hacia que nuevamente se va a disminuir la tarifa del impuesto de renta para las empresas, así como también se espera que se amplíe la base del IVA, esto es gravar productos que hoy no se gravan y probablemente unificar tarifas, con lo cual podrían aumentar las tarifas de algunos bienes básicos.

En este orden de ideas retoma vigencia la discusión acerca de cómo se entiende la progresividad de la estructura tributaria y la relación que ésta tiene con las condiciones de desigualdad de la sociedad. De acuerdo con la filosofía de justicia distributiva del gobierno, es más equitativo cobrar impuestos al consumo, puesto que quienes tienen mayores ingresos consumen más y de ésta manera pagan más impuestos, y en cambio, resulta injusto gravar la renta o el patrimonio de las personas puesto que ello no solo afecta de manera directa la riqueza sino que desestimula la inversión y con ello se afecta el crecimiento económico y el empleo. Esta es la razón por la cual siempre se plantea disminuir los impuestos directos y aumentar los impuestos indirectos.

Es difícil aceptar la progresividad de los impuestos indirectos, como los impuestos al consumo, pues, en teoría ni siquiera la economía política neoliberal defiende tal tesis, a lo sumo, se argumenta que este tipo de impuestos son neutros, a nuestro juicio en cambio, tales impuestos resultan siendo altamente regresivos, puesto que las familias de menos ingresos son quienes gastan una mayor proporción de su ingreso en bienes de consumo, principalmente de consumo básico, luego con los impuestos sobre estos bienes, las familias pobres terminan gastando una proporción importante de su ingreso familiar en el pago de impuestos, así en términos absolutos paguen menos que las familias de mayores ingresos. Así mismo, disminuir la carga tributaria a las empresas tiene como contrapartida un incremento en el ingreso disponible de las familias más ricas y en consecuencia una mayor desigualdad.

La experiencia de la reforma tributaria de 2006 muestra qué no solo no se verificó el efecto sobre el empleo que se esperaría de una mayor inversión, sino que además los niveles de desigualdad antes de disminuir han tendido a crecer, ahora, si se implementa una nueva reforma sustentada sobre los mismos principios y las mismas propuestas dirigidas a incrementar los impuestos indirectos y disminuir los directos, se tendrá como resultado una mayor ampliación en la brecha de ingreso entre las familias pobres y las familias ricas, es decir, un mayor incremento en los ya insoportables niveles de desigualdad que caracterizan a nuestra sociedad.

Hay que esperar cual es el contenido real de la nueva propuesta de reforma tributaria, pero a juzgar por lo que se discute en los círculos académicos y lo poco que se puede leer de las declaraciones de los funcionarios del gobierno, no hay muchas razones para la esperanza.