La centralidad de Bogotá en la vida nacional opaca a Cundinamarca, un departamento vibrante, con 116 municipios y muy diversas regiones. Se desconoce comparativamente cómo es su cultura política, a la cual solo nos asomamos con los esporádicos encuentros con ella. Por ello se decidió medir, con una muestra suficiente, su capital social en toda la complejidad que arroja el Barómetro de Capital Social (Barcas) (www.funrestrepobarco.org.co. Publicaciones, pp.499-508). La sorpresa fue mayor.  En primer lugar Cundinamarca es la más cercana a la Sociedad Cívica Moderna (SCM) de todas las regiones del país.  Esta cultura combina una visión positiva del individualismo (nLogro, Capacidad Empresarial)  con una densidad de organizaciones voluntarias que, en el estudio clásico sobre capital social de Robert Putnam, predecía el desarrollo económico y la efectividad institucional.  Tiene además el Ksocial más alto del país -el cual se ha perdido considerablemente según la medición del 2011-, una alta Confianza Institucional y un bajo Fenoval (Fe en fuentes de información no validada) que indica que ya se ha entrado al proceso de sinceramiento, requisito para el cambio político según la teoría de cambio hacia la SCM que se desprende de la medición con el Barcas. Al desmenuzar estos elementos se encuentra uno de los departamentos más altos en las participaciones Cívica y Políticas. Sin embargo, desmenuzando de nuevo, al comparar con la nación se encuentra que de las razones que se dan para votar, son más preponderantes las razones clientelistas y la ayuda de las palancas es muy alta, aun si el nivel de clientelismo es más bajo que en el país.

La preponderancia de estos elementos se puede apreciar en la siguiente gráfica.

El significado de los dos elementos mencionados indica un problema central: lo ajustado del patrón del clientelismo; por un lado los ciudadanos votan para que les resuelvan los problemas individualmente y por otro las palancas funcionan relativamente bien.  Existen importantes diferencias por provincia. Pero, con este problema, es obvio que la SCM de Cundinamarca es aún muy distante de la de Turín o Milán según midió Putnam. Y la tendencia hacia ella es frágil, como se pudo observar en el país y en especial en Cali, donde entre el 2005 y el 2011 se reversó el sinceramiento y se elevó de nuevo Fenoval a niveles insospechados. La dependencia de las palancas se vuelve un obstáculo insalvable para avanzar hacia la SCM. Ahí es donde entra a jugar lo que debe ser la acción y la ideología de un partido que intenta transformar la cultura política. Una cultura política alejada del clientelismo, con utilización activa de los mecanismos de participación colectivos y deliberativos tales como la planeación participativa y los presupuestos participativos. Pero no solo como discurso sino como práctica.Esta orientación hacia la SCM tiene muy poco que ver con las polaridad Izquierda y Derecha, y la tendencia de la primera de atribuir el estado de cosas al capitalismo y con ello, a menudo, propender por el antagonismo entre clases y un Estado que lo administre todo en lugar de la mezcla específica de  la capacidad de implementar y la productividad de las soluciones a los problemas de la gente. Igualmente la derecha pretende que todo se resuelve con la libre empresa. La polaridad central hoy en día es entre corrupción y no corrupción. La corrupción  atraviesa todos los partidos y el Estado. La solución a la corrupción no es necesariamente un modelo Estadocéntrico  sino Sociocéntrico,  desterrar a los corruptos y producir la densidad y articulación de la sociedad civil y el control social que los mecanismos de participación hacen efectivos en producir transparencia. Y esto, de nuevo, no es solamente proclamar la participación en los planes de desarrollo sino hacerlos efectivos. Consistencia entre lo que se dice y lo que se hace.

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