Por Andrés Felipe Villamizar Ortiz
Representante Liberal a la Cámara por Bogotá
Hace algunos días finalizó la histórica visita del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU) a Colombia; la primera que realiza a un país de América Latina en 72 años y un gesto con el que la comunidad internacional nos indica que está viendo una salida real a la terminación de un conflicto armado que nos ha consumido como Nación durante más de 50 años.
“Somos testigos de un proceso de paz irreversible, en que el Consejo de Seguridad va a continuar prestando la asistencia que sea requerida”, afirmó el uruguayo Elbio Roselli, en una de sus últimas declaraciones en el país como cabeza de la delegación que trajo a 13 de los 15 embajadores titulares ante la ONU de los países que conforman el Consejo de Seguridad. Un asunto cuya trascendencia no se nos puede convertir en paisaje: aquí estuvieron los representantes de las cinco naciones que son miembros permanentes (EE.UU., Reino Unido, Rusia, Francia y China), más las otras que tienen asiento en esa instancia (Bolivia, Egipto, Etiopía, Japón, Italia, Kazajistán, Senegal, Ucrania, Uruguay y Suecia).
La importancia de esta visita radica en que la imparcialidad de la ONU es una señal de que hay una salida efectiva al conflicto armado. La muestra de que el mundo está apoyando a una sola y única Colombia que le apuesta a la paz y a la reconciliación.
El propio comisionado de paz Sergio Jaramillo resumió el asunto de una forma contundente: “los miembros del Consejo vieron lo que a veces los colombianos olvidan: se acabó una guerra”.
La historia de Colombia y de sus múltiples violencias nos muestra trazos de los errores que hemos cometido explorando soluciones incompletas y experiencias que nos han dejado a medio camino en el esfuerzo para lograr que no se utilicen las armas en la defensa de un ideario o de una posición en la democracia. Para aplacar la violencia política de mediados del siglo pasado se optó por el esquema excluyente del Frente Nacional que solo tuvo en cuenta a dos partidos en el amplio espectro del pensamiento; para el desafío que planteó el narcotráfico se echó mano de una política de sometimiento que hizo agua con el escape de Pablo Escobar de la Catedral y que atomizó organizaciones criminales que siguieron llevando violencia a las regiones; para desterrar la sombra perversa y criminal del paramilitarismo se puso en marcha una Ley de Justicia y Paz que no tuvo en cuenta de forma adecuada a las víctimas y es el antecedente directo de lo que hoy es conocido como ‘Bandas Criminales’ o Bacrim.
Sin embargo, ahora la comunidad internacional, a través de la imparcialidad de la ONU, se muestra interesada en servir de garante de un proceso distinto de más de cinco años que tiene a las víctimas y a la reconciliación en el centro del esfuerzo.
Como Representante Liberal a la Cámara por Bogotá y miembro de la Comisión de Paz del Congreso tuve la oportunidad de reunirme con los embajadores del Consejo de Seguridad que destacan a una sola voz el compromiso de las partes para llevar a buen puerto la desmovilización completa y la entrega de las armas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Obstáculos y desafíos siempre existirán, pero lo importante es que el mundo ve como “irreversible” este trabajo que explora caminos en el reconocimiento y respeto de la diferencia para avanzar de manera conjunta como Nación.
Dijo el Presidente Juan Manuel Santos, al destacar esta visita, que los miembros del Consejo de Seguridad por lo general viajan a los países tratando de arreglar problemas buscando la paz (el último viaje lo habían hecho a Nigeria ocupándose de la grave situación humanitaria causada por la presencia del grupo Boko Haram): “Aquí vienen a celebrar que la paz se está construyendo”.
Creo con firmeza que hay objetivos superiores que debemos arropar de manera conjunta como colombianos; la paz y la reconciliación están entre ellos. La visita del Consejo de Seguridad es un llamado de atención sobre la responsabilidad que todos tenemos para que el proceso que se inició con las FARC finalice bien y sirva para animar el sueño de una paz completa, llevando a buen término también la mesa de diálogo que se abrió con el ELN.