Con los TLC, confirmamos lo que todos presentíamos, que el campo Colombiano no era competitivo, ya sea por atraso tecnológico o escaso desarrollo de infraestructura; el sobreprecio de la falta de competitividad se pagaba entre todos y ninguno decía nada. Mientras el gobierno implementa políticas que nos vuelva competitivos el estado debe asumir ese diferencial, sino queremos que el campo nuestro desaparezca.