Por Andrés Felipe Villamizar Ortiz
Representante liberal a la Cámara por Bogotá
Terminó el proceso de entrega de armas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), una de las fases clave dentro del Acuerdo de Paz firmado entre esa guerrilla y el Estado Colombiano. Con la entrega del armamento comienza, como lo mencionó Jesús Santrich, miembro del secretariado, su movilización a la legalidad.
En las 26 zonas transitorias veredales de normalización, funcionarios de la ONU han recibido en las últimas semanas fusiles, pistolas, metralletas y diverso equipamiento de mediano y largo alcance con los que antes se sembró el miedo y el terror en los campos de Colombia. ¿No es una buena noticia que esas armas ahora estén en contenedores?
Creo que detractores y defensores de este proceso de paz coincidirán en un rotundo SÍ como respuesta a esa pregunta.
He insistido con vehemencia desde mi escenario como representante a la Cámara por los bogotanos en la urgencia de avanzar con certezas en este frágil proceso. Mucho más cuando desde distintos escenarios se ataca e incluso se amenaza con desmontar los evidentes logros que nos han dado estos meses sin la confrontación fratricida de más de 50 años con las FARC.
Cada arma entregada es una certeza y genera una certificación como paso previo a la amnistía de los antiguos combatientes. Es decir, la renuncia del arsenal es la llave para reincorporar a la vida democrática a aquellos colombianos que se pusieron al margen de la ley al querer defender sus ideales políticos. Según cifras oficiales, 6.934 miembros de esa guerrilla están haciendo tránsito hacia la vida civil gracias a este proceso.
El presidente Juan Manuel Santos les informó a los colombianos que, en solo siete meses de implementación de los Acuerdos de Paz, este es uno de los más rápidos y de mayor eficacia, comparándolo con otros esfuerzos similares. Eso sí queda pendiente que se explique con claridad que va a suceder con la recolección del material escondido en más de 900 caletas que se calcula hay a lo largo de todo el país.
Tomé con respeto el título de una gran obra que publicó hace más de 80 años Ernest Hemingay para esta columna, porque creo que esas palabras describen con certeza el crucial momento que estamos viviendo. Que ese adiós a las armas sea la bienvenida a la esperanza de la construcción de un país mejor; de una Colombia en paz.